domingo, 5 de diciembre de 2010

Preludio Continental

Preludio Continental

Selección y prólogo de Pompeyo del Valle

Prólogo
Poco más de tres lustros  han transcurrido desde la muerte de Jacobo Carcamo y ya el silencio puso sus ramos sobre la tumba del poeta de Arenal. Urge realizar la tarea de su rescate.
Murio en la soledad –como apunto Jose Muñoz Cota en su oración fúnebre–; abrazado a esa novia de inalterable presencia. Murio en olor de poesía. La vida y la pasión de Jacobo Carcamo fue la poesía.
Nuestro autor –aunque no se le haya dado aun el reconocimiento– fue, es, un poeta continental. Todos los pueblos de nuestra America están vivos y batallan en el mundo acústico de sus estrofas. Su obra –pauca sed bona– se cuenta con los dedos de una mano. Pero se levanta muy por encima de innumerables cerros de bisutería literaria hispanoamericana.
Publicó cuatro libros: Flores de Alma (1935), Brasas Azules (1938), Laurel de Anáhuac (1954) y Pino y Sangre (1955). Del primero, Flores del Alma, el poeta no quería ni acordarse. Era su gran pecado capital. Por eso, respetando al poeta, no lo hemos incluido en esta selección. El ultimo, Pino y Sangre, esta compuesto por veintiún poemas y salió de las prensas un año después de su Laurel de Anáhuac.
Pino y Sangre es una publicación desconocida en Honduras y es además una obra curiosa, empezando por la extensa dedicatoria y los anuncios que lleva estampados en sus forros. En la pagina 28 se ve una a los juegos florales de la Escuela Secundaria No. 7 de la ciudad de Mexico, con motivo de su 25 aniversario y en la pagina 27 se leen unas líneas escritas para Carcamo (nosotros las insertamos al comienzo de esta antología) por Pedro Garfias, el poeta español citado por Neruda nada menos que en su famoso Canto a Stalingrado:
España desangraba su inmenso árbol de sangre cuando Londres peinaba, como nos cuenta Pedro Garfias, su césped y sus lagos de cisnes.
Las líneas de Garfias concretan un sentimientod de hermandad flagelada –si me mirase al espejo te veria– surgido entre el español y el hondureño en la atmosfera alucinante de los bares del Distrito Federal. La plaquette se inicia con un canto a los pinos de Honduras y culmina con una exaltación a los países de nuestra America.
En esta obra, nos parece a nosotros, es donde insurgen con mayor relieve los mejores rasgos del poeta de Arenal. En su libro anterior, Laurel de Anáhuac, el poeta alza un himno al paisaje y a las glorias de la tierra mexicana, aunque en el aparezcan estrofas con distinta intención como, por ejemplo, las dedicas al ejercito norteamericano, al político Zuñiga Huete y su Canto a la Vida. Estos poemas, sin duda, se hallan fuera de las paginas de Laurel de Anáhuac por cuanto menoscaban su unidad.
La sensibilidad de Carcamo para captar las inquietudes que agitan al hombre del siglo XX asoma ya desde su libro Brasas Azules, publicado en Diciembre de 1938 con prologo de Marcos Carias Reyes y un dibujo a pluma de Lisandro Galvez, nuestro ex rector magnifico.
El acento que ubica a Carcamo en la arena de los poetas del progreso social madruga en varias de las mas vigorosas paginas de Brasas Azules:
Hombre,
tu mi dios
tu mi patria
tu mi sueño
(Canto al hombre, pag. 21)
Camarada triste,
explotado,
sudoroso,
recoge tus gritos no gritados
para que salgan por tu boca hinchada
como un coro de soles.
Ten el ojo abierto…
ten el puño listo
y espera la señal.
(Antifona del indio, pag. 25).
Marcos Carias Reyes anota que el poeta “… es accesible a la tragedia humana y siente sus amargaras mas por bondad innata que por curiosidad de artista. Lo que indica –señala– que en el también vive el hombre, condición necesaria del autentico poeta”.  Aunque no estemos de acuerdo con todos los juicios expresados por Carias en su texto, si lo estamos con los términos transcriptos por que destacan la cualidad superior de Carcamo. Esto significa, dicho en otra forma, que el poeta no buscaba hacer literatura con la sangre y el sudor de los hombres, de los pueblos; por que sus estrofas rsepondian a una necesidad vital del artista; a un impulso sano de su viscera cordial y de su inteligencia. El tomaba el dato real en sus manos y lo vestia de su pasión,  lo devolvía transfigurado en imágenes, recreado en metáforas envuelto en su vibrante tonalidad psicológica.
Algunos de sus poemas más anchos (aquellos que dan mayor universalidad y permanencia a su voz) los hallamos en Pino y Sangre (titulo que denuncia por si solo la agonia del poeta por su patria, colocado en un suburbio del mundo y en  donde los indios oprimidos… entre pinares nacen… y mueren viendo pinos). Aquí están sus versos a los niños muertos en la guerra, a Lempira… y miraras transido de dolor, que varios siglos después/ Madrid se llama New York/ y el rey ordena en ingles). A los pajaros de America, a Paul Robeson.
Amigos que mucho lo estimaron, –incluido Pedro Garfias– nos dieron breves noticias, de su vida en Mexico. Nos hablaron de sus tertulias en “El Gallo de Oro”, de su pobreza dolorosa, de su sordera sonora, –cargaba siempre en el bolsillo una ajada libreta para que le escribieran en ellas las voces que su timpano estropeado no podía captar–, de su enfermedad incurable, de su desahucio.  Fisicamente, como ser individual, irrepetible, el poeta estaba destruido; pero ¡qué vivo, qué alto seguía ardiendo en su pecho el fuego de la esperanza!; ¡qué firme se mantenía en su corazón y en su mente la fe en el luminoso futuro humano!:
Ni en guerras…
ni en traiciones…
ni en cárceles de fango
ni en falsas elecciones,
habrá muerte posible para el hombre!
Jacobo Carcamo murió el primer dia del mes de agosto de 1959, un sábado en un cuarto lóbrego y húmedo de la ciudad de Mexico. No dejo viuda, ni hijos, ni hacienda.  Apenas su pipa de “marinero en tierra” y sus zapatos gastados, que quien sabe qué vagabundo habrá recogido de un rincón. Vivio pobre y pobre –casi desnudo– lo encontró la muerte en su covacha. Pero sus versos de buena ley       –escritos con sangre– tienen ganada perennidad en el devenir del pueblo hondureño; porque Carcamo, como quería Goethe, elevo “lo real a la altura de la poesía”
POMPEYO DEL VALLE
Tegucigalpa


JACOBO
Si se mirase al espejo
te veria:
andas lo mismo que yo,
procurándole a la vida,
dando mas de lo que tienes;
Poeta: ¡Pobre Bautista!
que quieres dar a los otros
mas de lo que necesitas
                             Copla
Cuando la vida pueda
abrir puerta y ventanas
yo aprenderé a escucharte
a ti, Jacobo, hermano
de mi alma.
                  Pedro Garfias


Carcamo, Jacobo V. Preludio Continental. Seclin. Coleccion El Pez Volador. 2003. 68 p.

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